Cuenta atrás para el 5G
A pesar de que el 4G todavía es un lujo para algunos smartphones, lo cierto es que el mundo tecnológico no descansa ni un segundo y ya se prepara la llegada del 5G a nuestras vidas. La tecnología que promete ofrecer hasta 10 Gbps aún se encuentra en fase de desarrollo y no será hasta el próximo Mobile World Congress 2017 que verá la luz, aunque se prevé que llegué a los consumidores en el 2020, al menos, en España.
La principal ventaja que presenta el 5G, más allá de la evidente velocidad de descarga -se comenta que en apenas 60 segundos podrán bajarse 400 películas y 300.000 canciones-, destaca la latencia, es decir, el tiempo de respuesta entre dos dispositivos. Cuanto menor es la latencia, mayor es el número de datos que pueden transmitirse.
La tecnología mobile empieza a tomar este rumbo puesto que el enfoque ha cambiado. Ya no se trata de conectar smartphones entre ellos; se trata de que desde un smartphone puedan controlarse otros aparatos electrónicos que van desde un coche hasta el sistema de electricidad de nuestro hogar. El famoso ‘connecting people’ está derivando en el ‘connecting machines’ y el Device to Device to Device (D2D) comienza a ser una incipiente realidad.
De hecho, las velocidades de vértigo que se alcanzarán con la tecnología 5G no se repartirán entre dispositivos conectados a una misma antena sino que las estaciones base generarán esas velocidades a cada aparato, mejorando así los problemas de conectividad tan comunes cuando se producen grandes aglomeraciones.
Sin embargo, si hay una buena noticia para todos los usuarios de smartphone es que con la tecnología 5G el ahorro de batería será más que patente. El hecho de que la latencia se reduzca permitirá que el tiempo de transmisión de datos sea menor y requiera menos bytes de manera que todo ello se traducirá un gasto menor de las baterías, que durarán mucho más de lo que lo hacen actualmente.
El gran reto al que se enfrenta el 5G es, sin duda, su implantación en los diferentes países y como éstos serán capaces de establecer unas bases comunes como, por ejemplo, acordar las bandas que se destinarán a esta nueva tecnología. También habrá que tener en cuenta los costes que se generarán y la voluntad de invertir de los operadores.